por Mariana Mould de Pease
Punto de partida
La vida urbana -desde sus orígenes- está en permanente cambio porque los negocios quieren estar lo más cerca posible de donde la gente ha creado un lugar agradable para vivir y así venderles tanto bienes como servicios. En apretadísima síntesis se puede decir que esta es una dicotomía sutil y compleja que puede llevar a un paulatino desbalance que deteriora a ambas partes trayendo pobreza y delincuencia, como sucedió en el centro histórico de Lima luego del terremoto de 1940 y se agudizó en la década de 1970. Poco a cambiado desde entonces ya las autoridades que gobiernan la capital del Perú en la primera década del XXI siguen considerando que los criterios y principios de defensa, conservación y recuperación cultural de los centros históricos formulados a nivel internacional son un freno al desarrollo económico y al bienestar social de sus residentes. Dichos criterios y principios han sido formulados y son permanentemente actualizados por la UNESCO desde 1945.
Esta es otra dicotomía que en el país todavía no alcanza el consenso logrado en ciudades cuyos centros históricos han estabilizado y compatibilizado el vivir con el trabajar en espacios urbanos privilegiados, como puede ser -por ejemplo- el puerto de Cartagena de Indias cuya presencia en la economía mundial data de 1533 y que hoy es el mayor recurso turístico de Colombia. Las respectivas conmemoraciones de la fundación española de Lima -efectuada el 18 de enero de 1535- y la creación política de su distrito de Miraflores -llevada a cabo el 2 de enero de 1867- son propicias para compartir reflexiones en base a situaciones dada en el 2009 habida cuenta que en el 2010 se revisa la zonificación urbana en el país y -además- hay elecciones municipales. La finalidad de estas reflexiones es contribuir a que los cambios en Miraflores ocurran en compatibilidad plena entre el orden social y las ordenanzas ediles para recuperar su calidad de vida.
La Municipalidad de Lima metropolitana instituyó el criterio de zonificación en diciembre de 1999. No se hizo ninguna forma de consulta vecinal. La actual zonificación miraflorina data del 2007 y se sustentó con una encuesta que fue exigida por los y las residentes ante el avance irrestricto de edificios sin ninguna fiscalización. El prescindir de regulaciones y fiscalización ha causado varios accidentes y derrumbes durante la construcción con pérdidas de vidas y materiales como se puede verificar en los medios de comunicación del 2008 y 2009.
La actual comuna miraflorina en el segundo semestre del 2009 ha encargado al Instituto de Economía Urbana/INEUR de la Universidad ESAN una encuesta anónima que se efectúa sin mayores explicaciones sobre sus criterios de ejecución y finalidad. Presumo que será para preservar la calidad de vida capitalina generadora de prosperidad. La encuesta -a juzgar por el nombre de la institución que la ejecuta- se hace desde una perspectiva económica.
Desde la propia perspectiva
Habiendo disfrutado siendo muy niña de la vida urbana en el centro histórico de la capital del Perú -concretamente en y desde la calle del padre Jerónimo, hoy cuarta cuadra del jirón Puno-, también he comprobado que sus cambios sin orden ni concierto son la causa de su deterioro. Asimismo, he verificado que la solución en los países prósperos para vivir bien en el entorno natural, humano y social que nos resulta familiar no es mudarse a sus distritos de más reciente creación cómo hicieron mis padres y todavía hacen demasiados limeños y limeñas.
El Gobierno Revolucionario de la Fuerza Armanda para conmemorar los 150 años de la Independencia del Perú (1971) decidió -autoritariamente- transformar Lima, ampliando el jirón Cuzco para convertirlo en la avenida de la Emancipación para romper la cuadrícula urbana impuesta por la conquista española en América. El arquitecto Héctor Velarde (1898-1988) con su fino sentido del humor defendía el “damero de Pizarro” preguntándose: ¿Por qué las elites limeñas -esas que se jactaban de sus orígenes virreinales- no defendían la intangibilidad de su ciudad? Estos cuestionamientos exquisitamente planteados por don Héctor evitaron en ese momento que siguiera la destrucción urbanística de la Lima virreinal; recordemos que por entonces se decía el ensanche de las calles se debían a la motivación política izquierdizante de los militares para hacer desparecer el trazo urbano de la conquista española sin mayores consideraciones y reflexiones conducentes a un proyecto de inclusión entre limeños y limeñas de nacimiento con los y las migrantes oriundos de la sierra peruana.
La recuperación de la democracia en 1980 y la subsecuente inscripción del centro histórico de Lima en la Lista del Patrimonio Mundial facilitaron la incorporación de criterios y principios conservacionistas. Así, se recupera la figura de Taylichusco, curaca del lugar en el momento de la fundación española de la Ciudad de los Reyes primera denominación de la capital del Perú. Sin embargo, esta emblemática recuperación tampoco estuvo acompañada por un proyecto de inclusión social que articulara las diferencias entre residentes antiguos y recién llegados.
Este momento coincidió con el inicio del terrorismo en los Andes que masifica la inmigración a Lima, dándose así las condiciones para el transporte urbano crezca sin orden ni concierto, es decir, de manera informal para cubrir las necesidades de movilidad entre la vivienda y los sitios de trabajo que también carecen de regulaciones y fiscalización edil. La publicación Antídotos para la congestión y la inseguridad en el tránsito aparecida en el 2008 es un bien sustentado y comprensivo aporte privado para racionalizar el caótico transporte limeño.
Por la recuperación miraflorina
Por lo que paso a dotar de contexto histórico el cambio urbano en Miraflores, prestigioso y diverso distrito que hace eje principal con el centro histórico de Lima para recuperar la noción que debemos ser un país más justo y solidario. Asumo esta tarea teniendo en cuenta que en la segunda década del siglo XXI en este distrito no hay “terrenos baldíos” y siguiendo a mi manera las enseñanzas del maestro Héctor Velarde para traer a mi entorno -humano, social, laboral y natural- conceptos internacionales tales como defender, conservar, preservar, recuperar, restaurar, reconstruir y demás afines inherentes al vocabulario especializado del patrimonio cultural de estos tiempos cuyo entendimiento universal es promovido por la UNESCO y el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios/ICOMOS, creado en 1965. La finalidad de esta tarea es estabilizar la comprensión e incorporación de estos conceptos entre nosotros siguiendo criterios y principios de internacionalización de la conservación cultural.
En el mundo actual la calidad de vida se preserva mediante conceptos, criterios y principios tales como términos de referencia, índices y cambio de uso, parámetros, regulaciones y regularización, zonificación; y, demás afines que las autoridades políticas transforman en normas legales. En el mundo próspero y desarrollado el dotar de contenido -y sentido- a estos conceptos es un pacto social por el bien común en el cual la sociedad organizada desempeña una función clave. Ilustro mi participación en el proceso que se lleva a cabo en Miraflores entre los recién llegados negocios gastronómicos y los vecinos y las vecinas que desde hace mucho tiempo -algunos desde hace varias generaciones- viven y moran en este distrito, también a partir de la novela El Gatopardo. Se trata de una ficción histórica ambientada entre los años 1860 y 1910 a partir del conflictivo proceso de unificación italiana y redactada en base a los recuerdos familiares del escritor italiano Giuseppe Tomasi di Lampedusa (1896-1957). El manuscrito fue rechazado por prestigiosas siendo publicado en 1959, es decir, después de la muerte de su autor alcanzando de inmediato gran éxito. El director de cine Luchino Visconti hizo con esta una película en 1963 aún más exitosa -e influyente- ya que masificó el testimonio familiar y literario de Lampedusa.
Se puede comprobar -en Internet- que Lampedusa hace decir al príncipe siciliano inspirado en su antepasado cuando le ofrecen integrar el Parlamento del nuevo Reino de Italia: “Si queremos que todo siga como está es necesario que todo cambie” ya que él representaba al Antiguo Régimen. Esta paradoja -como siempre se ha interpretado esta famosa frase- es para mí una dicotomía me ha acompañado desde que yo terminaba los estudios secundarios e ingresaba a la Pontificia Universidad Católica del Perú y su propuesta de cambiar para que nada cambie tuvo gran influencia y repercusión en mí. Cincuenta años después creo que la manera lampedusiana de ver la sociedad es válido referente histórico para que cambiemos en Miraflores y así recuperemos Miraflores. Es el caso que las autoridades municipales encabezadas por Manuel Masías y eficazmente secundadas por vecinos y vecinas somos capaces de ganar una batalla -y eventualmente la guerra- contra un soterrado amedrentamiento de un empresario de la gastronomía peruana, como veremos a continuación.
Veamos. Considero que propietarios y propietarias de negocios -restaurantes, hoteles, librerías, boutiques de ropa, joyerías entre otros establecimientos comerciales para el deleite y entretenimiento de residentes y foráneos- tienen que ser especialmente cuidadosos de respetar el ya esbozado pacto social y sus normas legales para que su entorno no se deteriore y sus clientes o comensales acudan a negocios que están en lugares seguros de la ciudad cómo sucedió en el centro histórico de Lima. Hago esta afirmación como testigo presencial del proceso que se dio en el limeñísimo Jirón de la Unión y sus alrededores, ya que quienes por entonces éramos muy jóvenes perdimos mucho -y ganamos muy poco en términos de calidad de vida- cuando nuestros padres sin tener en cuenta las preguntas que se hacía don Héctor Velarde optaron por mudarse Jesús María, San Isidro o Miraflores. Por entonces todavía no se había publicado la novela El Gatopoardo de Lampedusa. La pérdida más importante -en términos económicos- es que los y las turistas limitan al mínimo su estadía en la capital del Perú para trasladarse a los sitios arqueológicos y centros históricos del país que todavía son auténticos. A los actuales comerciantes -mercaderes- limeños por nacimiento o adopción les está costando mucho trabajo recuperar los valores inherentes a los centros históricos para que sus negocios sean estables, es decir, prósperos.
Por eso, cuando los adultos de mediana edad quieren mandarnos a quienes somos ya adultos mayores a vivir a La Molina a Villa o limitarnos a un departamentito miraflorino, opto por participar en el cambio de mi entorno urbano con el siguiente testimonio personal sobre las condiciones y circunstancias en que se promueve la gastronomía peruana y derechos vecinales en la transformación de Miraflores
Gastronomía y amedrentamiento empresarial
En momentos en que la gastronomía peruana se transforma, nos deleita y se difunde por el mundo, en la calle Santa Isabel 376 de Miraflores en el 2009 se pudo comprobar como hay personas dispuestas a pagar por transgredir la ley para comer rico en Lima.
Me explico.
La Municipalidad de Miraflores informó -en respuesta a un pedido vecinal- el 13 de noviembre del 2008 que había detenido una ilegal construcción en dicho predio por carecer de licencia y no respetar las normas básicas de seguridad. Desde entonces quienes vivimos y trabajamos en esta tranquila calle miraflorina observamos, que:
Pese a esta orden municipal los propietarios de dicho predio siguieron edificando un establecimiento gastronómico -hoy denominado Restaurante Central- sin considerar que esta ubicado en una Zona Residencial Media y no podían abrir allí ese lucrativo negocio. Paralelamente, estos prominentes empresarios denunciaron penalmente -incluido el alcalde Masías- a más de veinte empleados municipales y acudieron al Tribunal Constitucional. Por supuesto, que la Municipalidad de Miraflores también ha llevado al Poder Judicial a los propietarios de este negocio gastronómico y es así como ha podido clausurarlo. Miraflorinos y miraflorinas hemos respaldado estas acciones ediles en defensa de la honorabilidad edil siendo conscientes que los costos de dicho proceso son pagados con nuestros tributos.
La apertura del Restaurante Central fue promocionada de manera intensiva por los más influyentes medios de comunicación capitalinos entre abril y mayo del 2009, luego otros medios de comunicación siguieron divulgando la alta calidad gastronómica y de ambientación del Restaurante Central sin cuestionarse la legalidad de su funcionamiento. Este campaña mediática ya es un hito en la publicidad limeña puesto que es un testimonio de cómo se puede mal informar a la opinión pública para promover masivamente la ilegalidad empresarial, en este caso, gastronómica. Los medios de comunicación más influyentes generaron así en el lapso de dos meses un efecto multiplicador favorable al Restaurante Central tan arraigado que ningún comunicador o comunicadora se ha atrevido a verificar la validez de su funcionamiento.
Por lo que en cumplimiento de mi derecho ciudadano a informar veraz y ampliamente sobre las condiciones de seguridad y salubridad en que se desenvuelven los negocios, así como a incentivar a las autoridades -en este caso municipales- para hacer cumplir la Constitución y su Ley Orgánica, me documenté debidamente y luego presenté esta situación vía Internet y correo electrónico.
Además, el Tribunal Constitucional había resuelto el 22 de junio del 2009 como se puede comprobar en Internet, que:
…. que si bien el recurrente -Restaurante Central- alega vulneración de los derechos a la libertad personal y al libre tránsito, lo que en realidad pretende es cuestionar las facultades de la Municipalidad para el control y fiscalización de las construcciones, ampliaciones y/o remodelaciones que se puedan realizar en un inmueble, conferidas por la Constitución y su Ley Orgánica.
Consecuentemente, para julio del 2009 los principales medios de comunicación limeños ya informaban que la Municipalidad de Miraflores había clausurado repetidas veces al Restaurante Central; y que si bien sus comensales disminuían siempre había quienes acudían a este ilegal establecimiento gastronómico.
Los propietarios del Restaurante Central argumentaban que podían y debían seguir atendiendo a sus prósperos y prosperas comensales porque: 1.) El alcalde de Miraflores les había autorizado verbalmente a poner este establecimiento gastronómico en la tercera cuadra de la tranquila calle Santa Isabel porque este negocio 2.) Generaría trabajo y 3.) Atraería inversión económica al distrito. Además, consideraban que estaban respaldados por el texto titulado “El síndrome del perro del hortelano” publicado por el presidente de la República, doctor Alan García Pérez en El Comercio de Lima del 28 de octubre del Central 2007. También hay que tener en cuenta que los y las comensales del Restaurante incluían a congresistas y ministros de Estado.
La alta calidad del Restaurante Central no la he puesto en duda en mi contribución a esta defensa ciudadana de la honorabilidad de Miraflores, que es respaldada por cientos de personas que de una u otra manera dan -la mayoría de las veces verbalmente- su opinión ante esta ilegal manera de entender la libre empresa ante los derechos vecinales ante la ley en la transformación de Miraflores.
Además también están las personas que con pseudónimos han denigrado acusándome racista -a través del correo electrónico y anónimas llamadas telefónicas- de mi apoyo al alcalde Masías en la clausura del Restaurante Central.
Los propietarios de este establecimiento me denunciaron tanto por falsedad genérica como por difamación por dar a conocer masivamente su ilegal situación y comentar su repercusión sobre su pregonada alta calidad gastronómica. Luego me solicitaron conciliar para no tener que afrontar los onerosos gastos de un proceso judicial por la vía penal con mis exiguos recursos económicos personales. Si hice constar en el documento de conciliación que no claudicaba de mi derecho de opinión tal como esta garantizado por la Constitución Peruana y su Ley Orgánica. También debo decir que estos elegantísimos varones -escoltados por su “seguridad”- me agredieron verbalmente cuando ingresaba a mi domicilio acompañada de mis nietos y nietas el jueves 27 de agosto del 2009 y por supuesto he sentado la respectiva denuncia policial.
El 12 de noviembre del 2009 la Municipalidad de Miraflores clausuró una vez más -y espero que sea la definitiva- al Restaurante Central con el respaldo de un significativo contingente policial y en base a un mandato judicial. El cocinero Gastón Acurio en su condición de presidente de la Asociación Peruana de Gastronomía /APEGA promovió una reunión en la Municipalidad de Miraflores entre vecinos y vecinas de la tercera cuadra de la calle Santa Isabel que se llevó a cabo el 17 de noviembre de ese año y que fue presidida por el alcalde, doctor Manuel Masías. Allí este líder indiscutible de la gastronomía peruana que anteriormente había promocionado al Restaurante Central, reconoció que ningún restaurante puede funcionar al margen de la ley. Es decir, el señor Acurio había sido capaz de cambiar de opinión para recuperar su buen nombre.
Paralelamente, las redes empresariales NEXTEL y MIXMADE S.A.C. ha impreso en edición bilingüe -castellano e inglés- el libro Lima 40 restaurantes y espacios, fechado en noviembre del 2009 para ser repartido entre su clientela. Los editores han incluido al Restaurante Central en su selección especial … ¿sin querer … queriendo? Es que estos prestigiosos empresarios, ¿no habían observado que los medios de comunicación que promovían en grandes espacios al Restaurante Central entre abril y mayo del 2009, desde fines de julio de ese mismo año informaban en letra menuda y sin imágenes que este establecimiento gastronómico incumplía la orden municipal de cierre?
El soslayar la desobediencia a la autoridad de la comuna miraflorina en que ha incurrido el Restaurante Central como hace la red de negocios NEXTEL agrede a la honorabilidad de Miraflores y atenta contra la libre empresa, en el corto plazo de la historia del Perú. Por ello los insto a retirar de circulación libro -aun que esté hermosamente editado- para no seguir propiciando la permisividad ante en delito empresarial. Al momento de escribir estas líneas me pregunto ¿Serán los directivos de NEXTEL capaces de rectificarse para recuperar su buen nombre?
Esta dicotomía también demuestra que en el mediano y largo plazo de nuestra historia todavía la economía de libre mercado en el Perú está marcada por la corrupción, cómo explicaba Franklin Pease G.Y.(1939-99), mi esposo, al terminar el siglo XX.
A los diez años de su fallecimiento la “Colección Franklin Pease G.Y. para la historia andina del Perú”, está siendo puesta en valor en la Biblioteca Nacional de Lima. Los documentos que dan testimonio de este delito empresarial que se ha perpetrado en nuestra calle -y que ya empaña el buen desenvolvimiento de nuestra gastronomía, que él tanto disfrutó- forman parte de este acervo documental. Las publicaciones aquí citadas así como los papeles que respaldan este texto son custodiados tanto por la función pública como por la responsabilidad privada, para que las nuevas generaciones de historiadores puedan dar continuidad al legado intelectual de Franklin Pease G.Y. y su compromiso con el Perú.
Colofón
Este distrito comenzó como un asentamiento prehispánico de hombres y mujeres seminómadas que hace unos 4,000 años pescaban al abrigo de la quebrada en que ahora esta el Club Terrazas. Durante los años en que Lima era cabeza del Virreinato del Perú la zona fue inicialmente encomienda de la Orden de Nuestra Señora de la Merced para evangelizar a los y las naturales del lugar. Los mercedarios fundaron el pueblo de San Miguel de Miraflores junto a un tambo incaico en el lugar que actualmente esta el Parque Francisco de Miranda, prócer venezolano. En el siglo XVIII se transformó en hacienda y desde comienzos del siglo XIX los mercedarios comenzaron a vender los terrenos a empresarios europeos no españoles -principalmente ingleses- que construyeron allí sus casas familiares y algunas veces establecieron también sus negocios. Los y las descendientes de estos hombres y mujeres de diversos orígenes y culturas que poblaron Miraflores en la larga y continua duración de su historia tuvieron -ciertamente- conflictos por los usos de este territorio que fueron solucionados acorde con la ética y la legalidad de sus respectivos tiempos.
Por ello, en la coyuntura actual de la tercera cuadra de la calle Santa Isabel sus residentes hemos propiciado la economía de libre mercado, con respeto a la Constitución y su Ley Orgánica para encontrar la fórmula democrática que permita conservar sus áreas dedicadas a vivienda de quienes queremos estar cerca de todo. Por ello, concluyo preguntando si la encuesta encargada por la comuna miraflorina a INEUR/ESAN que quiere -entre otros datos- información sobre la relación entre el residir, es decir, vivir -dormir- y el trabajar en distrito así como el medio de transporte utilizado para efectuar los necesarios traslados, contribuirá a que la zonificación miraflorina no sea cambiada por razones económicas así como para la conveniencia de algunos y algunas habida cuenta que en noviembre del 2010 en el Perú renovaremos -en democracia- a nuestras autoridades ediles.
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