jueves, 28 de enero de 2010

Sobre el AGN

Estamos asistiendo a un hecho histórico. O mejor dicho, anti histórico. EL lugar donde se guarda la memoria de un país, parcialmente, en lo que a documentos se refiere, son sus archivos y sus blilioteca (incluyo hemerotecas). He dicho memoria, con intención. La memoria es algo (información) que está, lista para usarse en cualquier parte, documentos físicos, el disco duro, mi propio cerebro. Esta memoria puede ser usada para tratarse científicamente y hacemos historia. Tengamos en cuenta que ni la ciencia más dura (en esa absurda categorización) está exenta de sesgos ideológicos, por cuidadoso y ético que sea el científico.

Pero la memoria, puede ser usada para ser rememorada con cierto nivel de pasión (en el mejor de los sentidos de la palabra) y tenemos el recuerdo, que es lo que pasa por el corazón (re-cordis; cordis -declinación de cor- o corazón, de allí viene la palabra cordial), es lo que rememoramos con alegría, tristeza, rabia, indignación, etc.

Borrar la memoria nos impide hacer un trabajo cienífico y humanístico. Se borra la memoria, es imposible hacer una anamnesis. No hay datos. No hay información. A más de uo de nosotros se nos ha borradoinformación del disco duro o se nos ha perdido el flash card que llamamos USB y nos dan ganas de arrancarnos los pelos.

Es bien sabido por cualquier investigador que, cada vez que se traslada un archivo, se "pierden" documentos. De que sucede, sucede. El mismo archivo del INC ¿en qué condiciones está y dónde? ¿cuántos documentos y expedientes completos se han perdido en cada mudanza?. A veces selectivamente. No es algo nuevo, es histórico y por eso comencé diciendo que asistimos a un hecho histórico. El problema es que, al ir contra la materia prima de los historiadores, es, a la vez, anti histórico, o rigurosamente anti historiográfico.

Digo que es histórico, porque es historia que, tras el fallecimiento de la faraona Hatshetsup, quien usurpó el trono de malas maneras (aunque para bien de Egipto) al legítimo faraón, su seguidor, hizo borrar todo dato (que pudo y tuvo conocimiento de su existencia) que estaba en los geroglíficos esculpidos en Deir el Bahari (o Tell el Amarna). Lo mismo sucedió, con la quema de los evangelios gnósticos y así podemos llegar a la Rusia Soviética, a la China de Mao o a CHile de Pinochet. Al Perú de la Guerra del Pacífico. Pero, y esto es lo más interesante, es que siempre hay un porqué detrás de esos hechos. Un miedo absoluto y paralizante de que algo se sepa. Si se tiene el control absoluto de los archivo y el acceso a ellos, entonces, no es necesario desaparecerlos, pero sí estar en condiciones de poder hacerlo llegado el momento (tal es el caso de los Archivos Secretos de El Vaticano).

¿Qué se desea desaparecer del archivo, al pasarlo a una entidad a la que no sólo no le compete tenerlo, sino que no está en las mínimas condiciones de mantenerlo? ¿Qué se desea ocultar? Si es una institución que no mantiene decorosamente SU PROPIO archivo, tan importante para conservación de nuestra cultura y de su patrimonio, cualquiera que éste sea.

Podemos pensar que, en el mejor de los casos, se desea desaparecer los documentos que dejan al descubierto alguna tropelía actual o... anterior.
En el peor de los casos, podríamos pensar que hay documentos valiosos, por los que se pagarían grandes sumas de dinero en el extranjero. Y rastrear un documento es mucho más difícil que rastrear una obra de arte.

Entonces, por el bienestar del país, por la mínima intención de que "la mujer del césar, no sólo debe ser honrada, sino parecerlo", el gobierno, el presidente, y si él no lo hace, los ministros no apristas, deberían rectificar dicha R.S. o renunciar para no verse envueltos en el escándalo de una desaparición, aún cuando ésta no sea realizada desde el poder, sino por trabajadores "avivatos" o por algún felón y rufián disfrazado de investigador que conoce el valor de ciertos documentos en el mercado negro.


Arq. Juan De Orellana Rojas

lunes, 11 de enero de 2010